sábado, 15 de octubre de 2011

Nada podía irnos peor

Tierra, sol y luna. Esta es la constelación a la que nos sentimos ligados desde hace millones de años. Nada ha cambiado desde entonces. Seguimos contemplando los tres astros de la misma manera que lo hicieron nuestros antepasados en el albor de los tiempos. Ellos también se quedaron prendados de los atardeceres y de las noches de luna llena, estableciendo un vínculo directo y emocional con ellos que hacía que los consideraran como elementos mágicos. Tradujeron su magia intentando buscar ligazones que dieran comprensión a la vida y a su existencia. Encontraron “simpatías” entre elementos (luna, mes, mujer) que daban explicaciones a los ciclos que percibían en la naturaleza y en ellos mismos. Todo el debate estaba circunscrito a los límites que la física marcaba al humano. Nada había más allá… hasta que nuestro cerebro fue segregando la metafísica.